Hace más de 30 años Ende nos habló de ellos, pero todos creímos que eran fruto de una gran imaginación, que eran cuentos para niños, que nunca vendrían. Y ya están aqui.
Los hombres grises se apoderan de nuestro tiempo, nos cargan de obligaciones, de premuras, nos obligan a someternos a su diosa, La Prisa. Todo se convierte en inmediato, en totalmente necesario, en indispensable. Lo urgente pisotea y hunde a lo importante, lo verdaderamente importante.
A menudo, sin quererlo, nos vemos arrastrados por la corriente, nos montamos en un autobús, o en el metro, y acabamos corriendo como el resto de la gente, aunque no tengamos prisa ninguna…
Estamos rodeados de ellos, hombre grises que se fuman nuestro tiempo a grandes bocanadas y que ríen a grandes carcajadas, viendo como cada día estamos más ocupados, como cada vez somos más infelices.
Me niego a caer en esta absurda vorágine, y por ello, grito como dijo el gran Groucho:
“paren el mundo, que yo me bajo”