domingo, 1 de marzo de 2009

Hola, ¡POR FAVOR!



Todas las mañanas me cruzo, por lógica coincidencia de horarios, con los mismos vecinos en el garaje común. Y todas las mañanas se repite la misma escena. Al entrar y verlos digo: “hola, buenos días” y pocas, por no decir ninguna vez, obtengo respuesta. Entro al supermercado a comprar y saludo a las cajeras, que me llevan viendo entrar casi todos los días desde hace 8 años… pero no responden. Hasta a los niños y niñas con los que trabajo les cuesta saludarme al entrar en la clase.

Es algo que se ha convertido ya en habitual en el día a día de nuestras vidas, en el portal, al entrar en el banco, en la panadería, o cualquier otro lugar público. La gente no saluda, agachan la cabeza, miran al suelo, y siguen a lo suyo. ¿Es tan costoso pronunciar un simple “hola”?

El ritmo frenético en que nos envuelve la sociedad actual nos ha hecho cambiar, ahora parece que no nos queda tiempo para nada, ni tan siguiera para la cortesía ni la educación. Hemos pasado de tener vecinos que eran casi parte de la familia, a vivir al lado de perfectos desconocidos, de que situaciones circunstanciales como pedir un poco de sal al vecino se convirtiera en una amigable charla en el portal a ni siguiera dirigirnos la palabra. Ahora, en las salas de espera de los centros de salud, si intentas charlar un poco con alguien que espera, igual que tu, a que le llegue su turno, te mira con extrañeza y desconfianza. Y de verdad no creo que tenga que ver con la edad, pues esto me pasa por igual con gente de todas las edades.

Simplemente, no nos queda tiempo para las relaciones, o estas nos asustan, por lo que es más fácil bajar la mirada y seguir a lo nuestro. Ya ni siquiera buscamos alguien que nos ayude o asesore a la hora de comprar cualquier cosa, sino que compramos en gigantescos sitios atestados de gente donde podemos sentirnos absolutamente solos, pues en tamaña magnitud somos seres completamente anónimos. Así, nadie nos molestará con sus consejos y opiniones. O compramos a través de Internet, donde podemos permanecer en un segundo plano social de forma extremadamente sencilla. Quizá nos estemos convirtiendo en seres asociales… o simplemente en tristes “vagabundos sociales”.

Pero yo, mañana, cuando baje al garaje a coger el coche para ir a trabajar, me cruzaré con los mismos “desconocidos de siempre”, y volveré a decir: “hola, buenos días”, aunque no obtenga respuesta…

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